Saturday, March 06, 2010

en la sala de espera


Cualquier culpabilidad disculpada,
esas patas esperan, víctimas perfectas
que amamos y así la cadena se completa. No me odies
vaquita por quererte tanto. Tu carne es tan sabrosa
y los niños la comen con tanto gusto, gracias por darnos
sonrisas de estómagos satisfechos
y pesados con tu querida carne. Deberíamos llamarte
Jesucristo, multiplicadas reses que esperan en medallones
perfectos de compactada grasa roja, como
el cuerpo del Cristo que abundoso y de generosidad
imperturbable nos ofrecía "comed de mí, pues así
tendréis la vida eterna". Santifico esta cena, con ricas hamburguesas,
con jugosos costillares y chorreantes bifes a la sartén.
Gracias por darnos de tu cuerpo, Señor Jesucristo de las Reses,
buen guardador de nuestro apetito,
al fin también, en la hora de nuestra hora,
comerás de nosotros, tu rebaño.
Amén.

Entrada al viento




de velas abatidas desvastadas
tras las fragantes mordeduras
no buscas anclaje
y deshenebrando el ombligo de tu sombra
devuelves al mar mudo
de tu vientre
semillas del viento,
raíces, papeles de
recienvenida a la tierra de la desolación y la sed,
donde sueñas
la abundancia y el crimen,
la lluvia y el ascenso salvaje
hacia la sangre
lacerante.

Fernando Catriel

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